Yes – Relayer (1974): El portal del delirio progresivo y la reinvención sonora
En el vasto universo del rock progresivo, donde grupos como Genesis, King Crimson o Emerson, Lake & Palmer moldeaban nuevas galaxias sonoras, Yes siempre habitó una constelación propia. Su música no solo desafiaba la técnica, sino que parecía buscar lo invisible: la espiritualidad detrás del sonido, la armonía entre lo humano y lo cósmico.
En diciembre de 1974, el grupo lanzó Relayer, su séptimo álbum de estudio. Solo tres canciones bastaron para construir un monumento de más de cuarenta minutos que, aún hoy, vibra como una puerta dimensional abierta al delirio progresivo. Era un momento de crisis y reinvención: Rick Wakeman, pieza esencial en los anteriores discos, había abandonado la nave, y el punk comenzaba a irrumpir como una fuerza contestataria al exceso sinfónico. Pero Yes respondió a las turbulencias con audacia: Relayer no solo fue un paso adelante, sino una metamorfosis sonora.
De los océanos topográficos al caos interior
Para entender Relayer, es necesario mirar atrás hacia Tales from Topographic Oceans (1973), aquella mastodóntica obra doble que dividió a críticos y seguidores. Su ambición era desmesurada: cuatro suites inspiradas en textos sagrados de la India, donde el grupo exploró lo espiritual con una minuciosidad casi mística. Sin embargo, esa misma densidad provocó fisuras internas. Rick Wakeman, cansado del enfoque esotérico, decidió abandonar el grupo.
En su lugar, tras varias pruebas —entre ellas un fugaz encuentro con Vangelis— llegó Patrick Moraz, un joven teclista suizo de formación jazzística. Su incorporación fue un soplo de energía renovadora. Con él, Yes abrazó un sonido más agresivo, con tintes de fusión y disonancias que anticipaban el metal progresivo.
Las grabaciones se desarrollaron entre agosto y noviembre de 1974, en un clima de intensidad creativa. Jon Anderson, inspirado por la lectura de Guerra y paz de Tolstói, volcó sus letras hacia la dualidad entre la guerra y la reconciliación. La música reflejaba ese mismo contraste: caos y serenidad, destrucción y esperanza.
Una arquitectura sonora de tres pilares
Relayer retoma el formato de Close to the Edge: una gran suite en el lado A y dos composiciones complementarias en el B. Pero la diferencia es clara: aquí hay más furia, más vértigo, más riesgo.
“The Gates of Delirium”, la pieza central, es una epopeya de veintidós minutos que representa la batalla —física y espiritual— en toda su magnitud. Comienza con una introducción atmosférica donde los teclados de Moraz parecen abrir los cielos y las guitarras de Howe rasgan el aire como espadas. La música se desata luego en una sección caótica, una tormenta sonora que recrea la guerra con percusiones metálicas, disonancias y un bajo de Chris Squire que ruge como un cañón.
Y entonces, llega la calma: la sublime sección final conocida como “Soon”. Anderson canta:
“Soon oh soon the light / Ours to shape for all time…”
Es un momento de pureza, una plegaria luminosa después del fragor. Lanzada como sencillo en 1975, se convirtió en una de las piezas más queridas de Yes, un bálsamo de paz que aún emociona medio siglo después.
“Sound Chaser” abre el segundo lado como un torbellino de jazz-rock. Es probablemente la composición más frenética del grupo, un ejercicio de virtuosismo donde cada músico parece perseguir —y ser perseguido por— los demás. Anderson canta con un fraseo casi scat, mientras Moraz y Howe intercambian solos eléctricos que rozan la locura. La pieza es pura adrenalina progresiva, precursora de estilos que décadas después abrazarían bandas como Dream Theater.
“To Be Over”, por contraste, cierra el álbum con serenidad. Es una canción de belleza hipnótica, donde Howe toca la guitarra acústica y el sitar eléctrico con delicadeza casi oriental. Los teclados de Moraz flotan como un amanecer sobre la niebla, y la voz de Anderson invita al abandono:
“We go sailing down the calming streams / Drifting endlessly to be over…”
Es un cierre meditativo, espiritual, que parece disolver el tiempo.
El arte de Roger Dean y la visión trascendente
Como siempre, el universo visual de Yes fue una extensión de su música. Roger Dean volvió a crear una de las portadas más evocadoras del rock: un paisaje fantástico, entre ruinas y criaturas aladas, donde se insinúa un portal entre mundos. La obra refleja el espíritu del álbum: la tensión entre la violencia y la luz, entre la destrucción y la revelación.
El legado de un disco visionario
En su momento, Relayer fue recibido con opiniones encontradas: algunos lo tildaron de excesivo, otros de ininteligible. Pero el tiempo ha sido generoso con él. Hoy se considera una de las cumbres del rock progresivo, un disco que consolidó la reputación de Yes como alquimistas del sonido.
Moraz solo permanecería para la gira posterior, pero su paso dejó una huella imborrable. Décadas más tarde, Steven Wilson revisitaría las cintas originales para una edición remasterizada que reveló nuevos matices y ecos ocultos.
Relayer es, en última instancia, un viaje de transformación. Es la guerra convertida en arte, la disonancia tornada en revelación. Una obra que grita “caos” pero termina susurrando “paz”.
Cincuenta años después, sigue siendo un portal sonoro abierto a lo infinito.
Cierralos ojos cuando suene Soon, así entenderas que Yes no solo compuso canciones, erigió templos sonoros donde al alma puede habitar . Y Relayer es uno de los más bellos que puede haber .


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