Uriah Heep – Demons & Wizards: Magia, poder y eternidad del rock
Hay discos que no solo definen una época, sino que también definen lo que significa amar la música. Demons & Wizards de Uriah Heep, lanzado en 1972, es uno de esos álbumes que quedaron grabados en la historia del rock y en la memoria de quienes tuvimos la fortuna de vivir su aparición. Para mí, como fan devoto de la banda, este disco representa todo aquello que me enamoró de la música de los setenta: energía desbordante, virtuosismo instrumental y un aura mística imposible de repetir.
Recuerdo perfectamente cuando lo descubrí, allá por 1972. En aquel entonces, el rock progresivo y el hard rock estaban en plena efervescencia, y Uriah Heep aparecía como una fuerza imparable dentro del panorama musical. Su mezcla de teclas envolventes, guitarras potentes y la voz inconfundible de David Byron creaban una alquimia sonora que parecía venir de otro mundo. Cada canción de Demons & Wizards era un pequeño universo propio, una historia que te atrapaba desde el primer acorde.
Desde la mágica The Wizard, con esa introducción de guitarra acústica que abre las puertas a la fantasía, hasta la épica Traveller in Time, el álbum fluye como un viaje por paisajes sonoros que combinan lo terrenal con lo sobrenatural. Pero, si hay una pieza que siempre ha tenido un lugar especial en mi corazón, esa es “Easy Livin’”.
Ese riff demoledor al principio de la canción era —y sigue siendo— un golpe directo al mentón. Su energía contagiosa, su ritmo imparable y la fuerza con la que Byron interpreta cada palabra la convirtieron en un himno instantáneo. Era imposible escucharla y permanecer quieto; era pura adrenalina convertida en música.
Sin embargo, Demons & Wizards no se limitaba a lo sonoro. Su portada, obra del legendario Roger Dean, fue otro de los elementos que contribuyó a su carácter mítico. Dean, conocido por sus colaboraciones con Yes, supo plasmar en esa ilustración el espíritu del disco: mundos imaginarios, seres mágicos y una sensación de eternidad que parecía surgir directamente de las notas de la banda. Era el complemento visual perfecto, una invitación a sumergirse por completo en la experiencia de escuchar el álbum.
Con los años, muchos discos han ido y venido, pero Demons & Wizards permanece intacto. Cada vez que vuelvo a ponerlo, siento un escalofrío recorrer mi espalda, como si volviera a aquel primer encuentro con su sonido. Sus canciones conservan la misma fuerza emocional y potencia creativa que las hicieron eternas, recordándome por qué Uriah Heep fue, es y seguirá siendo una de las piedras angulares del rock clásico.
Más que un álbum, Demons & Wizards es un testimonio de una era dorada, un puente entre lo real y lo fantástico, entre la energía del hard rock y la poesía del progresivo.
Cincuenta años después, sigue siendo una obra maestra atemporal, capaz de emocionar, inspirar y hacernos creer, aunque sea por un momento, en la magia que habita dentro del rock.


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