Led Zeppelin – Presence (1976)
Presence es el séptimo álbum de estudio de Led Zeppelin, y quizás el más incomprendido de toda su discografía. Lanzado en marzo de 1976, este disco se gestó en una etapa crítica para la banda. Robert Plant aún se encontraba convaleciente tras un terrible accidente automovilístico sufrido en agosto de 1975 en la isla de Rodas, Grecia. El vocalista estuvo a punto de perder la pierna y pasó largos meses en silla de ruedas. La gira de promoción del monumental Physical Graffiti tuvo que ser cancelada, y el grupo, en lugar de paralizarse, canalizó su energía en el estudio.
La grabación tuvo lugar en los Musicland Studios de Múnich, y fue una carrera contra el tiempo: Jimmy Page, productor y motor creativo del álbum, junto con el ingeniero Keith Harwood, trabajaron en jornadas maratónicas para completar el álbum en apenas 18 días. Page estaba decidido a demostrar que Led Zeppelin seguía siendo una fuerza imparable a pesar de las adversidades. El resultado fue un disco tenso, crudo, introspectivo y sin concesiones comerciales. No hay teclados, no hay acústicas ni folk. Presence es puro músculo eléctrico.
La portada, con su misterioso “Objeto” negro diseñado por Hipgnosis, representa de forma simbólica ese “algo” indescifrable que daba cohesión a la banda: su presencia, su esencia. Un objeto que aparece en diferentes escenas cotidianas, como si fuera la energía invisible que altera todo a su alrededor, así como Zeppelin lo hacía con la música.
Temas como “Achilles Last Stand”, de más de diez minutos, representan una auténtica epopeya sonora. Page despliega un arsenal de guitarras superpuestas en una de las piezas más ambiciosas de su carrera. La batería de John Bonham truena con una intensidad casi marcial, mientras Plant canta desde su silla de ruedas sobre héroes mitológicos, exilios, viajes y fortaleza espiritual.
“Nobody’s Fault but Mine” es un blues adaptado del reverendo Blind Willie Johnson, pero transformado en una bestia distorsionada, moderna, casi salvaje. Bonham y Jones ofrecen una base rítmica densa, y la armónica de Plant añade un aire demoníaco. Es una de las canciones donde más se siente esa pulsión entre el alma antigua del blues y la furia del hard rock.
Presence no es un disco de celebración. Es un álbum de resistencia. De testimonio. De mantenerse en pie cuando todo alrededor se tambalea. Su recepción fue desigual, eclipsada por las expectativas tras Physical Graffiti y por la falta de promoción. Pero con el paso del tiempo, ha sido revalorizado como una de las obras más sinceras y despojadas de Led Zeppelin.
“Tea for One”
“Tea for One” es el broche final de Presence, y una de las canciones más conmovedoras en toda la carrera de Led Zeppelin. Aquí no hay épica, no hay explosiones sónicas. Lo que encontramos es un blues lento, desgarrado y profundamente melancólico, que parece extraído directamente del alma de Robert Plant.
La canción sigue la línea de “Since I’ve Been Loving You”, pero en lugar de recrear una angustia amorosa pasional, aquí el sentimiento es más contenido, maduro y devastadoramente silencioso. La soledad no es dramática, es resignada. Plant, lejos del dramatismo teatral de épocas anteriores, canta con una voz rota, casi susurrante, sobre el vacío de los días que pasan sin la persona amada. El título lo dice todo: una taza de té para uno. El símbolo cotidiano de una ausencia.
Jimmy Page, por su parte, ofrece uno de sus solos más emotivos. No se trata de velocidad ni de técnica, sino de tono, de feeling. Cada nota parece sangrar. La guitarra llora, suspira, dialoga con la voz de Plant en un intercambio lento, doloroso, absolutamente sincero.
La estructura musical es mínima, repetitiva, pero esa repetición se convierte en una especie de mantra de soledad. El tema se extiende por más de nueve minutos, y sin embargo nunca se siente largo. Es como una habitación vacía en la que uno se queda, sin moverse, dejándose llevar por los pensamientos.
En una entrevista, Plant reconoció que escribió esta canción durante una de las muchas noches en hoteles, alejado de su familia, sintiéndose completamente solo. Es, sin duda, una de las canciones más personales que ha interpretado.
“Tea for One” no sólo cierra el disco. Lo sella, como si pusiera una firma emocional a todo lo que Presence representa: vulnerabilidad, dolor, resistencia. Es la confesión final, el susurro después del rugido.
Presence es una obra nacida en medio del dolor, pero forjada con dignidad y fuerza. Quizá no tuvo la gloria de otros discos de Led Zeppelin, pero es, en muchos sentidos, su momento más humano.
.jpg)
.jpg)
Comentarios
Publicar un comentario