Neil Young & Crazy Horse – Zuma: Un viaje salvaje entre la melancolía y el rugido eléctrico
Si hay un músico que me marcó profundamente, ese es Neil Young. Y si además está acompañado por Crazy Horse, la conexión se vuelve aún más intensa. Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando me compré el disco Zuma: fue una experiencia casi alucinante. Este álbum es pura dinamita emocional, un viaje que no tiene desperdicio, de principio a fin. En aquella época, Zuma se convirtió en uno de los discos que más escuché, y aún hoy sigue ocupando un lugar privilegiado en mi colección y en mi memoria.
Desde el primer acorde de "Don't Cry No Tears", con esa voz melancólica que sólo Neil Young puede entregar, supe que estaba ante algo especial. Es una canción de ruptura, sí, pero también de redención, de mirar atrás con tristeza sin dejarse vencer. A lo largo del disco, Young y Crazy Horse se sumergen en paisajes sonoros donde conviven la furia, la ternura y esa intensidad desgarradora que define lo mejor de su música.
En los casi treinta y siete minutos que dejaron Young y su banda grabados en los surcos del vinilo, encontramos piezas que se han convertido por derecho propio en clásicos imperecederos de la historia de la música. Desde la épica "Cortez The Killer", con esos más de siete minutos de brillante ejecución, donde la guitarra de Young vuelve a rabiar como tiempo atrás y con esos tres minutos instrumentales del comienzo que deseas no acaben nunca. O la intimista "Pardon My Heart", con esos sonidos acústicos tan bien interpretados y esas voces de Molina y Talbot a lo CSNY. "Barstool Blues", con esas sublimes eléctricas y ese timbre de voz del canadiense al extremo. La cañera revisión de "I Wonder" de su época con The Squires, bautizada aquí como "Don't Cry No Tears". O "Danger Bird", o "Stupid Girl", o… ¡por Dios, pero qué bueno es este tío! Me quedo sin palabras para describir estos nueve temas.
Ya destacamos anteriormente una de las joyas absolutas del disco: "Cortez the Killer", una epopeya musical que combina historia, crítica y belleza en una sola pieza. Su riff hipnótico, las capas de guitarra que se elevan como un mantra eléctrico, y la desgarradora letra sobre la llegada de los conquistadores españoles a América, hacen de esta canción una de las obras maestras no sólo de Young, sino del rock en general.
Otra joya que merece su propio foco es "Danger Bird". En esta canción, Neil Young se desangra emocionalmente en cada línea. Hay algo inquietante en el vuelo de ese pájaro peligroso, como si fuera un reflejo del alma herida del compositor. La banda, por su parte, construye una atmósfera densa y expansiva, donde cada nota parece suspendida en un limbo entre el desgarro y la belleza.
Como broche final, aparece "Through My Sails", una canción distinta al resto, serena y de espíritu contemplativo. Neil Young decidió desempolvar para este álbum una composición que había escrito originalmente para Human Highway, aquel disco que nunca llegó a materializarse con Crosby, Stills, Nash & Young. El tema, que nació con el nombre de Sailboat Song y fue grabado durante las sesiones de 1973 en Hawaii, encontró finalmente su lugar en Zuma, rebautizado como Through My Sails. Es un epílogo perfecto, como una ola suave que nos devuelve a la orilla tras una tormenta emocional. Es el susurro después del trueno, la calma después de la catarsis.
Zuma es uno de esos discos que definen una época, un estado de ánimo, una forma de entender la música como vehículo de emoción y verdad. Neil Young, con la fiereza indomable de Crazy Horse, nos regaló aquí un testimonio eterno de lo que puede ser el rock cuando no se le pone correa.
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